Por todos es sabido que el chocolate llego a Europa por primera vez gracias a los viajes de colon, el mismo que ofreció a los Reyes Católicos como regalo un elixir que “era capaz de dar energía a un hombre para estar todo el día a caballo sin cansarse.”

El chocolate que actualmente conocemos no se parece mucho a ese, de sabor amargo que mezclaban con especias picantes que elaboraban los mayas, los verdaderos descubridores del cacao.

Considerándose como un lujo, digno de exclusividad y ostentación, al principio solo monjes, frailes, reyes y soldados lo consumían, tomándose como una bebida energizante que se fabricó como bebida por primera vez en el Monasterio de Piedra.

Tomo tanta importancia que las mujeres no solo se conformaban con tomar varias tazas al día, sino que pidieron llevar a la iglesia este elixir y un obispo en el año 1681 publico una circular prohibiendo el consumo de chocolate en las iglesias durante el sermón, esto propició una celebración después de los servicios llamada chocolatada.

Los maestros chocolateros impulsaron también las monas de pascua como símbolo de fertilidad, tradición que sigue viva actualmente.

Actualmente se utilizan chocolateras para mantener esta bebida caliente, sin que se espese antes de tocar la taza, que por costumbre española suele acompañarse con churros, porras y diversas bollerías o dulces.